viernes, 3 de agosto de 2018

El duende y el ogro


El duende miró al ogro, que estaba parado, imponente, delante de él. Con su canastica de raíces, parecía una pequeña ardilla al lado de aquel ser monumental. El ogro lo miró con ojos rojos y arrugados, la boca abierta y una mueca de terror en la boca. El pequeño duende se echó para atrás y se agachó, dejando caer su canasta. Cerró fuerte los ojos y apretó su cara contra sus rodillas. Sintió un temblor en la tierra. Cuando abrió los ojos, vio al otro tumbado en el suelo. De su boca abierta y muerta, salía una espuma amarillosa. No quedaba ni una porción de las raíces que había recogido.

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