lunes, 13 de agosto de 2018

Dos mujeres, un reflejo

En el momento en que miró  a “aquella mujer”, recordó todo lo que había sufrido por su causa.

Quizás no debía culparla por lo sucedido, pero era su imagen la que venía a su mente cada vez que recordaba el momento más bochornoso de su vida.

Cuando la encontró con él, ese que una vez fue el amor de su vida, quiso que la tierra se volviera un hoyo negro, y que su cuerpo fuera tragado o trasladado a otra galaxia; todo con tal de no estar presente. Sintió que el pecho se le comprimía y apenas podía respirar. Un nudo en la garganta le impedía usar ni siquiera una palabra, o un sonido, aunque fuese gutural.

Sólo fue capaz de hacer brotar por sus mejillas, una lágrima, tan espesa como el mismo mar. Sus ojos no veían nada de tanto llanto acumulado en tan solo unos segundos, haciendo correr esa lágrima, gruesa como una ola, con la fluidez de un río, hasta su barbilla, y de ahí, precipitadamente hasta sus pies.

Ni siquiera el frío de esa lágrima en los dedos ventilados por sus sandalias, la sacó de aquel trance mental que había provocado aquella imagen.

Aquella mujer, toda ella, con su cuerpo desnudo cabalgando sobre su esposo, fue la imagen que se convirtió en la idea fija, que aún 5 años después, y ya estando divorciada, le exprimía la mente.

Incluso en los días más alegres, le venía el recuerdo, como una obsesión inevitable repleta de dolor y pena.

El momento en que dejó esa habitación, la de su propia casa, con ellos dos sorprendidos de aquella captura infraganti, fue el inicio del fin de su vida.

Muchos fueron los intentos de él por terminar la relación en buenos términos. Pero después de aquella charla en la que le dejó claro que no la quería más, sino a “aquella mujer”, y tras haber vivido aquella escena que solo creía que vería en un drama, de los peores, no habían buenos términos para aquella ruptura.

Sabía que no era lógico que la odiara a ella más que a él, pero la mente femenina es así.  Nunca había creído en eso de enfocar a cada género en los estigmas de las diferencias que, con el paso del tiempo, los habían caracterizado independientemente; pero esta vez la biología le jugó la mala pasada de la huella de la historia en la humanidad.

A pesar de todo, ese sufrimiento le sirvió de algo, le sirvió para ser más fuerte. Y sí que lo tuvo que ser cuando, sólo 6 meses después, le sobrevino lo peor que había vivido hasta sus cortos 36 años.

Aquella agonía del desengaño fue brutal sin dudas, le dejó el alma agrietada de por vida. Pero aquella situación no fue remotamente cercana a lo que sufrió después, cuando le diagnosticaron Cáncer de Mama.

Algo que solo había leído en libros y, por pura curiosidad, se había convertido en la tela negra que cubría su vida, aún 4 años después de, gracias a la vida, rebasarlo totalmente.

Haber tenido el apoyo de su familia no fue suficiente para apagar la tristeza que acompañó la situación, aunque sí fue la clave indispensable para salir con el juicio sano, de aquel momento lúgubre, que aún después de tanto tiempo parecía reciente.

Cada vez que iba a las consultas de seguimiento y control, sentía aquella opresión en el pecho, la verdadera angustia por la remota posibilidad de una recidiva.

Aún conociendo todo el protocolo, no podía evitar que todo su sistema nervioso se disparara y la sumiera en un estado de alarma y excitación, que sólo terminaba cuando el Dr. decía: “todo está  bien, nos vemos en 6 meses”.

Y ese era justo el momento que acababa de terminar, aquel en el que, cada vez, respiraba profundamente de alivio, al irse la desesperación, y cruzar al fin la puerta de salida, con la alegría devuelta al cuerpo.

Por eso, aún viendo a “aquella mujer” justo frente a ella, no pudo más que tomar su mano y apretarla fuertemente contra su pecho, acariciar su mejilla y decirle: Todo estará bien.

Todo el odio del mundo no fue suficiente para borrar aquella opresión, al oír el llamado de la sala de “Cuidados Paliativos”, adonde se dirigió “aquella mujer”, justo antes de reconocerla y hacer caer dos lágrimas, justo sobre sus pies.




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