lunes, 31 de diciembre de 2018

Jugar al Apocalipsis

Por aquel entonces, no pensábamos en nada ni en nadie. Eso nos hacía felices, nos divertía sobremanera. Acabamos con el mundo millones de veces, sin tener en cuenta las órdenes del Altísimo. Ahora somos viejos y somos el Altísimo. Cuidamos mejor nuestra creación, aunque ella no crea que existimos alguna vez. Ya no es tan divertido jugar al Apocalipsis.

domingo, 30 de diciembre de 2018

El día de misa

Ese día de misa, la virgen estornudó por primera vez, dejando escapar todos los secretos de confesión. Solo así se dieron cuenta de que no estaban solos en el mundo.

sábado, 29 de diciembre de 2018

Frente a las mismas páginas

Cada día se sentaba frente a las mismas páginas abiertas. Sabía que tenía que aprender el sistema Braille, pero sus dedos aún no habían sanado. Mientras, seguía repasando mentalmente aquel libro que sabía de memoria.

viernes, 28 de diciembre de 2018

jueves, 27 de diciembre de 2018

Vuelvo a caer

Con una lágrima en la garganta
Me desvanezco por los suspiros
Es un suplicio y me maldigo
Por no hacerla desaparecer
Es la tristeza que me mal come
Que no me deja poner mis pies
Que lleva al vuelo todas mis dichas
Y vive en mí aunque no esté
Casi parezco que no pretendo
Cuando ella lanza toda su furia
Y ya sin fuerzas me desvanezco
Cuando se esfuma cada porqué
Esto es angustia, y cada cosa
Que antes creí sería el fin
Se vuelve nada ante esta culpa
Y tras su puerta, vuelvo a caer

miércoles, 26 de diciembre de 2018

Si nadie cree

Ya nadie escribe poesía
No como lo hacían antes
Un verso de cada cosa
Detalles de un sólo instante
Ya nadie cree en las cosas
Mágicas inigualables
Que rodean corazones
Con ideas trepidantes
Nadie cree que en el mundo
Aún existan mentes blancas
Que aun muriendo, se enaltecen
Después de cada batalla
Y si nadie cree en nada
De lo irreal desbordante
¿Cómo puede mi cabeza
Cambiar esos tonos negros
Creer en todas las cosas
Que sueño porque aún pienso
Que el mundo es pura belleza?

martes, 25 de diciembre de 2018

Lo que ahogaste en mi mente

Como te extraño
Como te siento acariciar mi piel
Sin que estés junto a mí
Sin que pueda rozarte
Como te envidio
Aunque seas yo en otro cuerpo
Aunque pueda vivir
Sin volver a encontrarte
Como te pierdo
Aunque parezca que regresas a ratos
Aunque pueda existir
De tus pocas migajas
Como te lloro
Aunque mis lágrimas ya no se vean
Aunque crea que estoy
Voy muriendo en la espera
Casi nada sin ti
Casi todo es mi muerte
Ya no sé que hay en mí
Un vacío creciente
Soy esclava de todo
Lo que ahogaste en mi mente

lunes, 24 de diciembre de 2018

Justificada preferencia

Prefiero las ratas a los murciélagos. Cuando llegué, ellos eran mis amigos. Veíamos la misma luna, cada noche, como si compartiésemos las mismas penas. Con el tiempo, se dieron cuenta de que yo no era necesario y decidieron de una vez, salir hacia donde yo  jamás iré. Ahora, mis amigas son estas pequeñas carroñeras. Sé que jamás se apartarán de mi lado, pues ellas sí me necesitan. Al menos, durante el tiempo que dure mi putrefacto cuerpo, estarán aquí.  Dicen que los huesos son eternos, por eso sé que seremos amigos por mucho tiempo.

domingo, 23 de diciembre de 2018

Derecho a sueños


Deberías ver mis talones desgastados. Los topé una y otra vez, y aún así no pude ir a casa. Me dijeron que no importaba que no existiera el camino de baldosas amarillas, que los zapatos sí funcionarían. Pero no fue así, me quedé en la misma avenida, esperándolo, por más de 365 días. ¿Será que los muñecos no tienen derecho a los sueños? Pronto la pila se acabará y ya no podré contra chocar más mis talones. ¡Entonces sí que nadie me comprará!

sábado, 22 de diciembre de 2018

Las fuerzas del mal

Entonces es así como debemos combatir a las fuerzas del mal, sólo tenemos que emularlas y su reflejo las matará. ¡Qué libro tan pequeño para tantas pistas! Es suficiente, debo regresarlo. El Sr. Diablo está a punto de despertar.

viernes, 21 de diciembre de 2018

Cuando nazca el dinosaurio


No seas impaciente, la fórmula está trabajando. Hemos mezclado cada componente, meticulosamente. Cuando nazca el dinosaurio, nos dará el  último ingrediente. ¿Quién hubiese dicho que algo tan viejo nos daría la clave del éxito? Él es quien más conoce a la especie humana, ha estado dormido por miles de millones de años, viendo las atrocidades del mundo. Solo tenía que ocurrir el holocausto, para que pudiese despertar. Pronto crearemos al primer humano en nuestro planeta. Solo tenemos que esperar.

jueves, 20 de diciembre de 2018

15 años y contando

Te conocí un día, como otro cualquiera, de esos de librería. Nunca imaginé que la frase de aquel libro tuviera algo que ver conmigo, pero el "vivieron felices para siempre" ha quedado tatuado en mi alma desde entonces. Son 15 años y contando. Sé con certeza que este tatuaje es indeleble.

lunes, 17 de diciembre de 2018

Mentes cerradas

Mentes cerradas que no hacen el amor
Sino el prejuicio que opaca la pasión
Sexo aberrante por ideas grises
Que viven presas rodeadas de matices
Casi logrados en un punto liberado
Más adelante encadenados y opacados
Por esas mentes que ríen llenas de máscaras
Que son perversas sólo en sueños compartidos
Que no desprenden casi nunca los gemidos
Que caen presos en sus cuerpos mal pensados
Nacidos muertos con pretextos retocados
De aquellas mentes estoy harta hasta la asfixia
Las que pretenden lo que nunca lograrán
Que no hipnotizan el deseo y que te envician
De los trastornos que desean de otras mentes
Ya liberados de deseos que hace poco
No eran más que sueños pálidos plagiados

El asesino de los siglos

Cogió laptop, esperanzado en encontrar a la musa despierta esta vez. ¡Llevaba tanto tiempo esperando escribir su gran obra! Había intentado empezar esta novela miles de veces. Escribió millones de palabras; cuerdas, estúpidas, incompletas, verdaderas e irracionales; y todas ellas, (pedazos de intentos), fueron justo al mismo lugar, el fondo del cesto de basura, justo al lado de su mesa de escritorio.

Abrió la tapa y no se encendió. Trató por todos los medios de que que el equipo reaccionara. A pesar de los avances tecnológicos, aún conservaba aquel modelo de antaño, que un día se encontró en una feria de liquidación. Ya nadie tenía estos pensamientos supersticiosos, pero él sí; él aún pensaba que "el mejor escritor debe tener un mecanismo del pasado, para poder hacer las mejores letras futuras". Esta frase se le había colado en su pensamiento, desde la Facultad de  Biología, aquel día en que fueron a captar talentos para el Periódico Digital de Ciencias. Fue ahí donde entendió, que su verdadera vocación no era el estudio activo de los seres vivos, sino el del propio pensamiento, la tarea pasiva (y sin embargo más detonante y enérgica que había) de, estando sentado, crear todo lo imaginable e inimaginable.

Pues había escrito muchas cosas, pero esa novela, "la novela de su vida" (como decía uno de los escritores del pasado, de alguna tierra lejana), tenía que ser hecha según las normas; debía ser perfecta.

Y el día en que encontró aquella maquinita, supo que estaba preparado para empezarla. Pero no fue así, aquella bravía decisión fue frustrada cientos de veces, por ideas que morían, apenas empezando a "pujar".

Pero esta vez no fue la inquieta musa quien se rebeló, sino la misma máquina.

Tocó todos los botones e hizo todo lo que se le ocurrió para que ésta despertara y se prendiera de una vez. Movió el dedo (varios dedos) de un lado a otro, por la pantalla táctil, y no funcionó. Golpecitos, limpieza profunda del la grasa acumulada, aspiración del polvo entre las teclas, calor para destruir cualquier tipo de humedad que hubiese, reseteo, interrupción momentánea del flujo energético, nueva conexión; nada funcionó.

Entonces vio un reflejo. No era la luz digital activada, sino uno sobre el fondo negro apagado.

Era una imagen antropomorfa que se mantenía estática y perfectamente manifiesta.

Se giró asustado, con el salto del estómago característico de la más agresiva situación de miedo.

Ahí estaba, justo a dos metros; no solo era un reflejo en la pantalla, sino una real, en su mismo espacio y tiempo, justo en la habitación.

Se quedó paralizado, viendo como aquella fantasmal imagen se acercaba lentamente, semejando una secuencia en cámara lenta, pero llena de fósfenos a su alrededor.

A pesar de que la habitación estaba iluminada, solo con una tenue luz amarilla incandescente, se dio cuenta de quien era. Era él mismo, pero se veía un poco más joven, y de otro color, entre púrpura y anaranjado.

Se frotó los ojos pensando que quizás estaba alucinando, pero la imagen no desapareció. ¡Parecía tan real! Sin embargo, no lo era, no podía serlo.

Seguía acercándose, ya estaba ahí. Lo tocó y en el mismo instante sintió a ese ente atravesar su cuerpo, fundiéndose con sus células, formando miles de conexiones cerebrales nuevas.

Entonces comenzó a escribir, no el primer capítulo de su opera prima, sino una declaración de culpabilidad, por mucho tiempo oculta.

Tuvo un trance. Aquella horrorosa historia llenó seis páginas, en solo 10 minutos. ¡Quién hubiese sabido que escribir un capítulo fuese tan fácil! Las palabras, que habían dormido durante tantos tiempo, fluyeron tan fácilmente, que no parecían provenir de él. Y no lo hacían en verdad, sino que nacían de un ser interior, que solo usaba sus manos como herramienta del trabajo de redacción.

Al terminar el capítulo, sintió una corriente de energía que salió de su cuerpo y sus ojos se clavaron en la última frase: "por eso la maté".

Se sintió vacío y presa de pánico, pues sentía que aquello no era un mero cuento; tantos detalles no podían ser ficticios. Recordaba haber estado, dentro de su conciencia, observando aquella otra que se apoderó de su fuerza muscular para escribir aquel macabro relato, que parecía tener aún más piezas oscuras inconclusas.

Cerró de un golpe la máquina y se llevó las manos a la cabeza (el gesto típico de desesperación). Justo ahí tuvo otro vago recuerdo, pero más real; un deja vu (por así decirlo), de haber escrito eso mismo, pero en otro tiempo y espacio diferentes.

Aquella insólita situación fue in crescendo. Sin saber cómo no porqué, se paró y caminó automáticamente, hacia el librero. Sus ojos se  fijaron en una sección específica. Tumbó de una tirón, uno de los libros de la primera fila del último anaquel de la izquierda y vio detrás, un color que ya había visto antes, hacía solo unos 15 minutos. Aquel color púrpura -anaranjado actuaba como un imán para sus manos, que fueron directo a tomar aquel libro, impregnado de ese, casi lumínico color.

Lo tomó casi temblando. No pudo sostenerlo por mucho tiempo entre las manos; un descontrolado flutter cardíaco lo hizo caer ante sus pies. Se abrió justo en una página ilustrada, que lo hizo palidecer al instante. ¿Cómo podía ser su rostro el que se veía en aquel dibujo a carboncillo? Mas sí, era él; aun envuelto en aquellos antiquísimos ropajes, que dejaban ver un minúsculo pedazo de cara apenas reconocible, podía ver  su propia imagen.

Por los trazos, aquel dibujo parecía tener más de 300 años.

No había lógica para verse, a sí mismo, en un libro de más de tres siglos. No le era extraña la archiconocida frase: "todos tenemos un doble", pero no había oído nunca que este hecho pudiese traspasar siglos.

Entonces lo acercó nuevamente y miró la imagen con más atención. Al pie había una oración: "Por eso la maté" fue la última frase del Asesino de los Siglos, antes de ser dado de baja por el pelotón de fusilamiento de Napoleón.
-¿Napoleón Bonaparte, ese Napoleón?- gritaba su conciencia incrédula y atónita ante este fragmento de reseña, que continuaba en la página siguiente.

Se sentó con más calma (aunque aún sorprendido) y leyó con detenimiento la historia de aquel doble suyo, al que le adjudicaron millones de crímenes.

Pero había un detalle, el más sorprendente; este hombre proclamaba que todos y cada uno de sus asesinatos, habían sido a través de saltos en el tiempo.

Solo era un resumen de la historia, lo que figuraba en aquel libro cuyo título, haciendo bastante esfuerzo, se entendía como: "Asesinos paranormales".

Decidió que debía encontrar la explicación a toda esa trama de suspenso que, en menos de una hora, se había adueñado de su futuro inmediato. Así que regresó a la Laptop, y buscó toda la información disponible, relacionada sobre el tema. Lo que encontró fue más asombroso, la misma cara, su cara (está de más decirlo), se repetía en aquellos crímenes del 1700, por los que fue fusilado, y en otros del siglo XIX y XX.

Entendió que aquello, impregnado de pura ilógica, estaba, sin embargo, lleno de pruebas claras e innegables.

Para entender esta compleja trama, y librarse de su angustia, debía buscar a la única persona que podía aclarar todo el embrollo. La escritora de aquella reseña, debía saber con exactitud, la historia completa, lo que necesitaba para aclarar toda esa fantasía que, sin embargo, estaba repleta de detalles reales.

Así que salió en su búsqueda. Pero había un elemento importante; el resultado de la Web indicaba que se encontraba internada en un hospital psiquiátrico, con diagnóstico impreciso y pronóstico reservado, por el momento. Mas no había de otra, tenía que intentar hablar con ella.

Le costó mucho trabajo encontrar aquel hospital; estaba en un intrincado paraje rural que jamás había transitado. Era tan espeluznante como cualquier escena de terror, que tuviera una institución como esta de protagonista. Ya dentro, no le fue difícil encontrarla; el asistente de la puerta la señaló con el dedo desde que dijo las primeras palabras descriptivas (el artículo la había apodado "la escritora loca" desde el momento de su ingreso).

Ahí estaba, justo al lado de un gran librero en la sala principal. Era todo lo contrario a lo que hubiese esperado; una mujer hermosa, demasiado radiante para su edad, muy arreglada y coqueta. Habían pasado más de 50 años de aquel artículo y ella no parecía tener más de 35. Pero si actitud era el clásico reflejo de una consolidada enajenación mental.

Se acercó algo temeroso, pero con una incontenible atracción. Solo fue tocarla y, con el primer escalofrío que le inundó hasta la última molécula de su cuerpo, le estalló una avalancha de recuerdos. Sus ojos casi explotaron, del cúmulo de lágrimas que ni siquiera sabía que era capaz de crear. Su mente arrojó flashes, que ya no emergían como simples recuerdos, sino que lo transportaron hacia tiempos remotos. Décadas, siglos, pasaron ante sus ojos, en forma de alucinaciones visuales perfectamente vívidas.

Se vio vestido de Dandy, abrazando el cuerpo sin vida, de una niña hermosa, de pelo rizo, más amarillo que el mismo sol. Lloraba a borbotones y gritaba, gritaba tan alto que su garganta y sus cuerdas vocales debían estar a punto de colapsar y partirse en pedazos.

Y justo a punto de estallar de agonía, se vio nuevamente, pero esta vez vestido de Hippie, de esos realmente felices, que andaban abogando por la paz que, lastimosamente, solo ellos encontraban. Ahí estaba, el mismo grito mudo y aquella hermosa niña, yaciendo entre sus brazos.

Justo antes de emitir un suspiro ancho y pleno, que le acercaba a la conformidad de esa muerte que aún no reconocía, la escena volvió a cambiar. El mismo lugar y otra vez él, esta vez con un jean elástico apretado (de esos llamados "pantalones tubo"), y una franela con "cuello V". La misma niña, inerte, sin el más mínimo hálito de vida.

Nueva fuga panorámica. Esta vez, con el cambio de escenario, lo entendió todo. Con aquella casaca y peluca blanca, viendo su cuerpo perforado por más de veinte sitios, y entre el humo de los rabiosos mosquetes, la vio nuevamente. Era su pequeña, su niña de hermosos rizos dorados, opacada por su propia mano, justo en el siglo XVIII. Luego de tantos intentos por salvarla, de tantos siglos recorridos una y otra vez, detuvo él mismo su vida, antes de que muriese de nuevo en otras manos.

Viendo su menudo cuerpecito, en aquel ataúd, a treinta pies de distancia, y justo antes de palpitar por última vez, dejó caer de su mano el arrugado papel ensangrentado y tuvo tiempo de musitar: "por eso la maté".

Entonces volvió a su realidad del siglo XXII y vio a su niña. Con 33 años (solo tres más que él), le sonrió y se tiró a sus brazos, con un llanto profuso y liberador.

Había esperado toda la vida por que él despertara, como lo hizo ella 5 décadas atrás. No estaba loca; él no la había matado, no realmente. Todo era parte de un simple plan de rescate, elaborado por su "yo" del XLII.

domingo, 16 de diciembre de 2018

Los deseos

La cosa más bella
La idea inocente
La visión clemente
La palabra tierna
Lo que nos dejaron
Aquellos que amamos
Lo que nos sostiene
Ante la negrura
La cosa más sana
La risa que emana
La pasión furtiva
Y los sueños locos
Lo que nos agranda
Lo que quiero poco
Y lo que aun tuve
Casi sin querer
Todo lo que ansiamos
La cosa especial
Lo que nos sostiene
Lo bello y vital
Lo que nos florece
Desde el interior
Está entre esas cosas
Las más deseadas
Los deseos puros
Los del corazón

sábado, 15 de diciembre de 2018

Deseo oculto

Quisiera dar calma a la mente
La que se torna casi impaciente
Cuando no alcanza lo soñado
En los momentos más obstinados
Pido consuelo para este llanto
Que me ensombrece y me causa espanto
Cada vez que quiero continuar
Ese que nace de la garganta
Y de las luces ya casi muertas
Que vivieron en almohadas de madera
Y soportan el presente con la pena
Que desgarra el corazón y la virtud
Ya no siento que estoy viva o que morí
No consigo prescindir de este dolor
Si lo tuve ¿Por qué tuvo que partir?
¿Por qué vivió conmigo vida eterna
Para luego arrastrarme hacia el abismo?
Esta vida sin su estera no es lo mismo
Es la muerte encadenada a mi cabeza
Que tortura, me enloquece y me hace presa
De lo pasado magnífico que quedó
Será lo eterno disfrazado de mi rostro
Que esconde lo que aún quiere el corazón

viernes, 14 de diciembre de 2018

El premio Nobel


Pudieron al fin obviar la diferencia mental. El cerebro impreso en 3D, había sido trasplantado sin complicaciones. El próximo mes recibirían el Premio Nobel de Misiones Imposibles.

jueves, 13 de diciembre de 2018

El dragón de la torre

El dragón de la torre estuvo tanto tiempo encerrado que, cuando le dieron la libertad, prefirió fundirse en las propias paredes.

miércoles, 12 de diciembre de 2018

Cuatro metros bajo tierra


Abrí el libro prohibido y vi, delante de mis ojos, todos los otros días en que el mundo moriría en constantes holocaustos. Lo llevé al lugar más lejano del mundo y lo enterré a cuatro metros bajo tierra. Han pasado ya dos siglos y aún respiro.

martes, 11 de diciembre de 2018

El primer árbol


El fin del mundo estaba atestado de semillas. No sabía que hacer con ellas, así que comenzó a tragárselas. El árbol que brotó de su interior, fue el primero de aquel nuevo mundo.

La técnica

¿Es así como quieres que llore? Nunca me enseñaron esta técnica en la escuela de teatro. Ahórcate de nuevo, para seguir practicando.

lunes, 10 de diciembre de 2018

Estupidez

Estupidez nacida a gritos
Callada por sueños más cuerdos
Incertidumbre de si podrá llegar
A caminar en escalones de intelecto
Resbaladizos, con solidez al final
Cabezas huecas que no desean llenarse
Mentes vacías en muchos cuerpos
Amargura con risas anormales
Que llegaron quizás a contratiempo
Ideas planas que no logran liberar
Palabras huecas que no saben caminar
El rostro errado que esconde una frente plana
Que no amolda tras caminos bien forzados
Estupidez que no se justifica
Que no renace, que no se rectifica
Que a pesar de los consejos no endereza
Al razocinio que usado a su favor
Pueden llenar la palabra de esplendor
Al borrar la estupidez más  fabricada

domingo, 9 de diciembre de 2018

Maldad

El mundo y su maldad
La asombrosa ingenuidad
De promesas rotas
En psiquis oscuras
Puñetazos vacíos
Sobre rostros mojados
De tristezas pasadas
Sobre cuentos rosados
Gente hipócrita y vil
Que hace negra la vida
De quienes ya no tienen
De donde renacer
Se resarcen de gestos
Siniestros, compilados
Sobre esos sentimientos
Que no han desarrollado
Hace daño ese mundo
Que no quiere progreso
Para mentes ajenas
Que viven de sucesos
Ese mundo mezquino
Que no tiene descuidos
Al  hacerte morir
Antes de tu destino

sábado, 8 de diciembre de 2018

Desierto mental

La mente es tu aliado
Y el peor tirano
De tu cuerpo muerto
Por tantos tormentos
Te juega trastadas
Aun sin saberlo
Y quizás creyendo
Que haces algún bien
Te pega tan fuerte
Que te hace caer
Al fondo más negro
Que puedas tener
Te cierra las puertas
De días sin ventanas
Pero te da paz
Tras cada jornada
Conciliando sueños
Más bien pesadillas
Pero al fin descansos
De esta vida errada
Que un día plateado
Algunos lograron
Lo que era su sueño
Y así, sin querer
Por algo siniestro
Te la regalaron
Sin saber siquiera
Que toda tu vida
La que no pediste
La que ya no quieres
Sería un desierto

viernes, 7 de diciembre de 2018

Los tres monos sabios

Los tres monos sabios entraron al templo, tal y como les habían dicho. Debían hacer su papel, tal como lo habían hecho hasta el momento. “Nada oigo” era el primero, quien guiaba a los otros dos. “Nada veo” confiaba en él y llevaba de la mano a “Nada digo”, que iba de tercero y último. Tenían 8 minutos para llegar. Sus pasos eran consistentes, pero presurosos. Llegaron justo a tiempo, pero no podrían escapar a la profecía. “Nada digo” había visto, hacía 2 minutos, a quien los asesinaría, pero debía hacer su papel, tal como lo había hecho hasta el momento; no podía hablar y no lo hizo. Fueron asesinados por turnos, él fue el último y tuvo que ver, sin decir una palabra, como asesinaban a sus hermanos. Cuando le tocó el turno, emitió un estruendoso “Ahhhhhh”. El asesino murió justo ante sus ojos, se hizo polvo arrastrado por el viento. La profecía no pudo cumplirse, quedó un mono sabio, que pudo salvar a todo el pueblo.

miércoles, 5 de diciembre de 2018

La burbuja

La burbuja salió volando. Esta vez estaba feliz. Por primera vez era libre. Con su vestido tornasol, voló muchos kilómetros hacia lo alto, donde pudo ver el mundo entero. Ahí se dio cuenta de que debía volver. Aquel jaboncito era su media naranja.

martes, 4 de diciembre de 2018

Asegurar el destino

De aquello todo
De todo nada
La última pieza de la jugada
Ideas sueltas
Ningún consuelo
Premios vacíos de tantos peros
Sueños viajeros
Todo constante
Sueños despiertos de irrealidades
O realizados con desperfectos
Ciclo constante
Deseo y gloria
Desavenencias de la memoria
Sobre las piedras más tropezones
Migajas sueltas de corazones
Dar sin recambio
Cambiar por nada
La incertidumbre desparramada
Destino turbio es el camino
Pero es mejor seguir la huella
Asegurando nuestro destino

lunes, 3 de diciembre de 2018

Aún hay vida

Aún hay vida
Después de todo
Después de la nada
Después de la muerte
Después de la tierra
Después del amor
Después de la duda
Después de la risa
Después de la cima
Después del amor
Antes de la vida
Aún hay amor
Del amor que surge
Quizás del dolor
Y de aquel precioso
De cabezas claras
Que no sueñan nada
Si de sueños son

domingo, 2 de diciembre de 2018

Cien alas dormidas

Ahí se estaba mejor, más cómodo, más tranquilo. Afuera todo era demasiado estresante; más ruido, más violencia en general, más información que recepcionar y más retroalimentación que procesar. En fin, más energía perdida. Pero ahí, dentro de ese apretado mundo (por así decirlo), todo estaba mejor.

No sabía definir bien cuanto tiempo había estado ahí; quizás meses, días o años. Había visto ir y venir gente, por delante de él, por los costados, por detrás (aunque no podía voltearse bien para verlos, sabía que estaban, a veces,a sus espaldas).

Algunos lo miraban, y se quedaban observándolo mucho tiempo. Incluso a veces le parecían tontos por quedarse mirando un punto fijo, así, sin explicación; bueno, algunos sí que tenían cara de tontos. Estos, a pesar del aspecto idiótico, le hacían pasar buenos ratos, porque se entretenía observando sus rasgos faciales y hasta se reía de ellos. En ocasiones se reía a carcajadas, y a toda voz; era una suerte que pudiese hacerlo sin que ellos ni siquiera lo notaran. La mejor parte era cuando sus pupilas se dilataban y un fino hilito de baba corría por sus bocas, abiertas estúpidamente. ¡Jaaaa, eso sí que le causaba gracia! Pero al mismo tiempo era triste, muy triste, saber que en esta época existía aún gente tan fronteriza.

Había otros que le daban un poco de miedo; a estos no quería verlos nunca, y a veces cerraba los ojos, apretándolos fuertemente, para no ver sus pétreos ojos, clavados en los suyos propios. Tenían ojos rojos y tenebrosos, como los vampiros esos, de los cuentos de terror que había escuchado, o de la gente que esta super high en medio de uno de esos psicodélicos "viajes". Pero de vez en cuando los miraba, al menos el resto del cuerpo, no ya sus espeluznantes rostros. Eran cuerpos con aspecto hosco y hasta grotesco en ocasiones. A veces eran personas muy sucias y desaliñadas, y otras, un poco más clásicas y arregladas. Pero en fin, le impregnaban de miedo, porque al igual que aquellos babosos irrisorios, se le quedaban mirando fijamente, con la diferencia de que, al hacerlo, parecía que querían taladrar su cerebro, con todas las malévolos ideas que guardaban los suyos. A lo mejor eran personas buenas, pero no lo parecían, y la apariencia es muy importante en la vida; ya lo dice el dicho: "un gesto vale más que mil palabras", y eso no era un gesto, sino toda la postura corporal, que es en sí un mega gesto.

Pero había unos que eran los que más odiaba; esos que llenos de pulcredad, y con actitudes circunspectas, lo miraban "por encima del hombro", como si el simple hecho de mirarlo, implicara un acto denigrante y sucio. Tenían vestimentas finas y perfectamente elaboradas, y los cabellos estirados, con cada pelo colocado casi ex profesamente. Pero lo más asombroso eran sus ojos, vacíos totalmente; apenas perceptibles por las actitudes falsamente elegantes que adquirían. De alguna manera emanaban un cinismo que era parte de sus personalidades y esto, simplemente, le daba asco psicológico.

Hasta que llegó él. No era como los demás, se vestía de modo casual, pero sin llegar a lo vulgar, y aún mantenía una pulcritud natural, como la de los niños recién bañados. No podía olerlo, pero debía oler a lavanda o jazmín, seguramente; ese es el olor más puro y fascinante (no dulce ni amargamente fuerte, sino eso, olor a limpio, y ya). Su postura era desenfadada. Con una pequeña "tableta" en la mano, le daba vueltas y vueltas (más de 20 pudo contar). Pero sus ojos eran, sin dudas, lo más asombroso, no por el vacío de aquellos otros, sino todo lo contrario; por algo que los llenaba casi a punto de hacer explotar sus cuencas. ¡Nunca había visto ojos como aquellos! Los ojos siempre eran la guía que le daba la medida exacta de la persona, y el sentimiento justo hacia ellos. Pero estos ojos, eran demasiado peculiares. No es que fueran anormales en tamaño y forma, sino que el brillo, la escencia de la mirada, era diferente. Había algo nuevo y maravilloso en ellos; una mezcla de curiosidad y humildad, con una pequeña pizca de nobleza que, a pesar de notarse, no le restaba naturalidad. Hasta podría jurar haber visto amor en ellos.

Era lo más interesante que había visto hasta el momento, y eran muchos los que habían desfilado por su alrededor. Una personalidad única y magnífica que deseaba explorar y decubrir. ¡Si tan solo pudiera! Pero no, no podía, era imposible. No entendía porqué, pero sabía que debía permanecer ahí, apretadito en aquella pequeñita habitación. Duró un poco menos que las visitas de los idiotas, y más que las de los falsos letrados. Así como llegó aquel momento maravilloso del primer encuentro, se fue.

Sus pasos se perdieron por el larguísimo pasillo, entre el mar de gente y cosas, que llenaban el lugar. Quería gritarle que se detuviera, que no se fuera, que no había sido suficiente aquel tiempo para conocerlo y aspirar más de su escencia. Que necesitaba entender ese brillo que vio en sus ojos. ¡Si tan solo pudiera! Pero no, era imposible, aún no.

Solo pudo conformarse con el fantástico halo de colores, (ultra invisibles para el resto de la gente) que dejó su presencia en su espacio, ahora vacío.

Así pasaron varios días, meses, cambios externos, a su alrededor, en el mundo que lo rodeaba, y cambios en él mismo, que no entendía.

Vino y se fue más gente, cada día; alguna diferente, y también la misma que acudía una y otra vez, obstinada e insistentementemente, a visitarlo.

Sí, la letanía evolutiva de todo su alrededor no variaba mucho, pero él sí. Cambió de muchas formas, físicas y psicológicas, pero lo que más cambió fue su sistema límbico. Y es que, por primera vez, sentía algo nunca antes experimentado; un nuevo sentimiento se formó en él. Al principio no sabía qué era; tampoco lo supo después. Ni siquiera lo entendió cuando aquel inesperado día, lo vio repentinamente, justo delante de él, en el mismo lugar de ese tiempo atrás, reproduciendo la imagen que vivía en sus recuerdos, la que lo hizo cambiar extrañamente.

Ahí estaba de nuevo. La misma escencia, la misma presencia, todo él; hasta con la misma ropa (cosa que le pareció extremadamente rara). Recordó que también aquella gente asidua, traía siempre la misma ropa (más extraño aún). Pero eso no importó, sino verlo nuevamente. ¿Descubriría al fin de que se trataba toda esta nueva sensación? ¿Podría finalmente darle nombre a aquel sentimiento? Las respuestas a estas y otras muchas preguntas, podrían ser positivas o negativas, pero lo más importante era, en sí, verlo de nuevo.

Y esta vez se acercó, tratando de tocarlo, y justo en el preciso momento en que también él trato de extender su mano hacia afuera (aunque supiera que no podría), ocurrió todo un cataclismo.

Todo tembló, como un terremoto, (el más intenso le pareció). Se sintió dar millones de vueltas, con todo y todos girando a su alrededor.

Sin embargo, los veía impávidos y hasta felices, complacidos, expectantemente emocionados. No entendía nada. ¿El mundo se partía y solo él lo sentía, o es que todos estaban locos menos él?

Entre todo ese movimiento catastrófico, trató de hallarlo, con el fin de encontrar algo de calma, y con la segunda intención de ver si también él se añadía a esta inamovible actitud anormal de todas aquellas personas.

Lo veía por ocasiones, pero demasiado borroso por tanta agitación. Se le perdía de nuevo de su campo visual, entre toda aquella gente que daba vueltas, con la característica actitud de una "estatua viviente", que aún no recibe el estímulo monetario para un cambio asombroso de posición.

Entonces se dio cuenta de el mundo no se movía; no había ningún desastre climático o inexplicable, no había agitación alguna. Era él quien se movía dentro de aquel claustro, que se batía extrañamente con movimientos casi convulsivantes.

No solo eso, sino que algo salido de su cuerpo, que aún no lograba reconocer ciertamente como propio, era la causa de este temblor que parecía sin final. Y se sintió grande, inmenso. Sentía que su mente estaba a punto de tener un colapso de dismorfismo psicológico.

El habitáculo se abrió, y al fin pudo salir. Y salió como una flecha, disparado hacia el techo. De ahí rebotó hacia las paredes cercanas y volvió, de nuevo como una flecha, hacia abajo.

Entonces supo qué era aquello que le hacía dar tantos tropezones a esa altura. Eran alas, inmensas; azules y rojas, negras y blancas, y de todos los colores conocidos e inexistentes hasta el momento. Cien alas le hacían dar tumbos, volando descontroladamente, de un lado a otro; del techo al suelo, de vuelta a lo alto, a las paredes y nuevamente hacia abajo, chocando una y otra vez contra la multitud.

Y  vio, entre aquel cúmulo de personas, a la única que realmente le inportaba. No estaba aterrado como unos, asombrado como muchos, o con vil malicia curiosa, como otros. Tenía lágrimas en los ojos, y un rostro pálido, que reflejaba una verdadera angustia. No era la angustia propia de la pena ajena, sino la que se siente cuando se sabe que algo horroroso está por suceder y la de un pesar profundo y personal.

Se detuvo, a lo alto, en el punto más alto de aquel mausoleo de cristal, y pudo por primera vez, ordenar a sus alas que controlaran el vuelo justo ahí, manteniéndose algunos segundos en ese lugar. Miró nuevamente aquel rostro que tanto anheló volver a ver. Esta vez observó como éste se inclinaba a recoger los pedazos cercanos, que quedaron, desparramados por el suelo, del estrecho ambiente que lo había acogido durante tanto tiempo. Los enrrolló lo mejor que pudo, y los apretujó contra su pecho.

El resto de las personas, (ya  todos reflejando una perfecta idiocia) lo miraban estupefactos, fijamente, como quien no quiere perder el hilo de una función, filme, escena en genereal.

Miró hacia afuera, hacia afuera del mausoleo, y vio un mundo diferente al que tenía en sus recuerdos ¿Acaso eran ciertos sus recuerdos? ¿Cómo podría saberlo, si había vivido toda la vida en aquel huevo blando cuyos pedazos, aquel ser especial, seguía apretando más y más contra su pecho?

Sintió un furor anormal, desde lo más profundo de su ser, algo que no entendía, pero parecía formar parte de su personalidad; algo oculto que jamás antes había sentido. De alguna manera, supo que era un dragón. Insufló sus pulmones lo más que pudo y se dispuso a arremeter contra todas esas insensatas e inútiles personas, con todo el fuego que pudiera albergar en su interior.

Pero no salió más que un escupitajo violáceo, que atravesó el suelo, perforándolo como un químico altamente corrosivo. Salpicó a varias personas, quemándolos gravemen. Al resto pareció no importarles. Aplaudían eufóricamente, a pesar de los heridos a su alrededor.

No entendía nada. Hasta que se vio reflejado en la pared de cristal esmerilado. No era un dragón, sino una mariposa, una fea y negra mariposa con ojos amarillos y tristes, que solo brillaba a expensas de esas cien maravillosas, espléndidas alas.

Esta vez volvió a mirar hacia abajo, pero no hacia él, sino hacia todos los demás receptáculos extraños que se encontraban dispersos por la inmensa habitación. Ovoides, cilíndricos, poliédricos, planos como un CD, capsulares, en forma de cámara hiperbárica; en fin, miles de habitáculos, con un polimorfismo sorprendente. Pero todos tenían algo en común, eran inmensos, como el suyo, que ahora se hallaba roto y disperso por el suelo.

Aquello que recogió el otro, no eran pedazos de cascarón, sino restos de su manta de crisálida, y todo aquel tiempo, que no habían sido más que unas horas, había sido solo uno más de los especímenes de aquel museo de especies genéticamente alteradas.

Sabía qué debía hacer. Sentía un dolor inmenso por no poder llegar conocerlo más, no tenía tiempo; pero, como siempre, el instinto de supervivencia prevaleció.

Lanzó otro escupitajo, lo más grande que pudo. La pared se perforó, dejando un agujero por el que voló hacia afuera, a la velocidad de un cohete.

Voló alto y seguro; voló por sobre aquel mausoleo, que flotaba sobre las nubes. Vio la tiera, por primera vez, a kilómetros de distancia. No era tan verde como recordaba.

Y lo vio a él, antes de perderse por la inmensidad de aquel mundo que comenzaría a explorar. Al fin era libre, y su creador ya no lloraba de tristeza, sino de alegría. No le importaba su cuerpo quemado por aquel ácido mortal, sino que su hijo, no de sangre, pero sí de corazón, pudiera, al fin, vivir.




sábado, 1 de diciembre de 2018

Aquel día

Aquel día en el vagón, todo parecía igual que siempre, menos yo. Aquel sueño no me dejaba en paz. Se había repetido por 6 días, como un bucle cíclico. ¿Qué significaba? Cuando desperté, ya el tren se había estrellado contra la pared y yo no pude despertar.