viernes, 9 de noviembre de 2018

Terapia de pareja (mejor un Día de los Muertos)

En la terapia de pareja les habían sugerido un cambio en su rutina, así que decidieron arriesgarse por la propuesta más inusual que vieron, entre todas las opciones disponibles: Día de los Muertos. Entonces no había otro destino posible, México era el único punto geográfico a donde debían dirigirse.

Ella, siempre creyó que iría a México, específicamente a Acapulco, a disfrutar de las playas que tanto veía en esas novelas rosa que pasaban por la tele. Él, creyó que la primera vez que fuera a México, iría al mejor bar, pediría un plato de la tan exquisita ensalada de jalapeños y pimientos rojos que una vez vio en aquel comercial, y le pondría coraje, para tragar hasta le última pizca de salsa con el mejor tequila de la zona. Pero no, hicieron un "tín marín..." y ese destino jocoso decidió que fuera, nada más y nada menos, que a la celebración más macabra popularmente conocida, de aquel suculento y exótico país.

Llegaron a la capital, al corazón de México, a eso de las 9 de la mañana. La ciudad estaba bella, resplandeciente. No entendían bien como una celebración tan terrorífica, podía dar un toque tan fulgoroso al ambiente, pero de alguna manera, le daba vida hasta a los objetos inanimados más desapercibidos. Era como si cada detalle se exaltara y magnificara, de una manera perfecta y mágica.

Con el primer trago de recibimiento, comenzaron la psicodélica aventura que, entre escenas de disfraces, voceos de vendedores ambulantes y el fondo musical del típico Mariachi, les hizo pasar las 24 horas del día, a la velocidad perceptible de solo unas milésimas de segundos. Fue extenuante, pero extenuantemente divino.

Despertaron al otro dia, a eso del medio día, con un dolor de cabeza que taladraba hasta el más mínimo pensamiento que intentaba salir de sus mentes. Nunca habían dormido tanto; definitivamente, la resaca del Día de los Muertos era la peor del mundo.

Cuando salieron, vieron que la ciudad estaba igual de bella que la noche anterior, pero hecha un verdadero desierto humano. Más que eso, los vehículos y los objetos estaban ahi, intactos, de una manera casi montada ex profesamente. Los animales parecían vivos, pero no lo estaban, semejaban piezas de un museo de cera. Pero no había vestigio humano, ninguna persona en todo el perímetro visualmente alcanzable. Los productos orgánicos (comida, bebida, etc), tampoco escapaban a la escena. Eran una estructura extraña artificial que, aunque semejaba original y viva, se sentía pegajosa, y ciertamente anti comestible (claro que esta teoría fue probada por un intento digestivo)

Caminaron unos dos kilómetros, intentando comunicarse por todas las vías: celulares (no había red disponible), gritos, alaridos casi salvajes, ruidos desesperados llenos de espanto y angustia (nadie aparecía, nadie ni nada los oía). Y nadie ni nada podría oirlos jamás, tardaron casi una hora, pero entendieron que estaban solos, no había ni un alma en varios kilómetros a la redonda.

Entonces se miraron, espantados por tanta soledad sepulcralmente pasmosa, por primera vez desde hacía más de 12 años; se miraron de veras y se abrazaron. Se besaron en los lugares que jamás sus labios habían rozado y se tocaron en los sitios que no sabían que existían. Sintieron con la piel y con la mente y, por primera vez, tuvieron sexo, sexo real verdaderamente carnal; no de esos de películas, sino de los que sueña la gente tener y solo unos pocos, con la mente verdaderamente libre, consiguen. Ella tuvo un orgasmo por primera vez y él supo lo que era llegar al cielo solo con el simple hecho de dar placer.

En ese momento, se abrió ante ellos una gran puerta, tan alta y grande como el espacio infinito que tenían delante.

Se vistieron y se acomodaron, se incorporaron sobre sus pies y vieron, estupefactos, frente a ellos, más de mil personas, parecidas a ellos, pero con grandes antenas que brotaban de sus cabezas, de las que sobresalía un enorme ojo cuadrado parecido a una cámara fotográfica.

Todos aquellos ojos emitieron, al unísono, unos flashes verde-fosforescentes cegadores y se oyó una voz que hizo eco en aquello que parecía un enorme mausoleo poligonal.

-Así es como funcionaba la terapia de pareja en aquel entonces, por suerte, después de tantos millones de años, al fin entendimos, de una vez por todas, que la libertad sexual es la base de nuestra libertad mental.
Se cerró la puerta y volvieron a sus escaparates, mañana tocaba otra conferencia: "Terapia contra la bogifobia". Ya estaban montando el escenario; en la playa de Maui había ghouls, chupa cabras, íncubos, fantasmas, vampiros, krakens, gorgonas, demonios y muchos otros monstruos. Les cambiaron la ropa y los guardaron, como siempre, impecablemente. Aquella clase prometía ser tan buena o más que esta.







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