domingo, 11 de noviembre de 2018

La jeringa (siete vidas)

Se le ocurrió mientras fregaba los platos.

Era un día de esos, (en verdad una noche), en el que había transcurrido todo, como de costumbre, incluso la hora en la que él llegaría.

Ya  hacía varios meses que la vorágine de su vida, no cambiaba mas que con los sutiles cambios climáticos de esta apestosa nueva ciudad donde habían venido a parar.

De alguna manera, hacía ese incierto espacio de tiempo que él no era el mismo. Parecía que de la noche a la mañana, había despertado como una persona totalmente diferente a aquella de la que se había enamorado 26 años atrás.

Aquel día, en el que llegó expasperado, diciendo que debían salir cuanto antes de la ciudad, fue el inicio de todas las locuras que siguieron hasta la fecha.

La hizo recoger sus pertenencias personales y, sin muchas explicaciones, le dijo que dejara todo lo demás, el resto de las cosas de la casa, para el camión de mudanza que ya estaba negociado que viniera al otro día.

A pesar de que le pareció en extremo extraña esta situación, le siguió los pasos como cualquier persona enamorada haría. Claro que le preguntó, llorando de nerviosismo, los porqués de aquel revuelo, de esa decisión tan absurda y repentina. Pero bastó sentir sus manos amorosas, aunque nerviosas y frías como el hielo, sobre sus mejillas, y un beso tiritante, mas aún ardiente de amor, para calmarla y continuar confiada, detrás de él,  ciegamente, todos sus pasos.

Tampoco le había dado razones para desconfiar de una razón lógica y verdadera, detrás de todos aquello, pues en más de dos décadas de matrimonio, había sido el esposo perfecto, en los sentidos más importantes, esos que cuentan para mantener una relación a flote, por tanto tiempo.

Así que salió en a todo trote, sin mirar a atrás, hacia el lugar que él ya sabía, sería su próxima morada.

El lugar era como cualquier otro, algo más alejado del centro, que la anterior vivienda, pero nada fuera de la normal urbanización desarrollada a la que estaban habituados.

A l principio ambos estaban tensos y nerviosos; él decidió no dar explicaciones y ella se convenció de que no las necesitaba. Así transcurrieron unos días y, al cabo de dos semanas, cuando ya estaban asentados por completo al ritmo del lugar, todo pareció volver a la normalidad.

Poco a poco se fue olvidando de aquel arrebato y se fue adaptando a su nueva vida, que era, incluso, mucho más cómoda que la de antes. Trabajo nuevo, casa nueva, gente nueva, en fin, vida nueva, fue todo lo que necesitó para tener, igualmente, mente nueva.

Él volvió a ser la perfecta pareja amorosa y ella, el perfecto complemento de la perfecta relación.

Pero poco duró la felicidad. Poco a poco, y muy sutilmente, él se empezó a transformar. Se volvió escueto y apagado, menos pasional, y a veces mal humorado.

Llegaba, todos los días, casi tres horas después de su hora normal, y el tiempo que pasaba con ella, era el reflejo de un fantasma que vagaba en la misma casa, pues las pocas palabras que se intercambiaban, eran solo las necesarias.

A eso se le sumó una serie de vestigios de engaño; algunos clásicos y evidencia florida, de una aventura amorosa.

Entonces le vino la lógica a su mente, de toda aquella irracional huída. Todo había sido por una única causa: venir detrás de aquella otra persona que formaba parte de un trío amoroso, en el que ella era la tercera pata, ahora ya coja, de la mesa.

Así que allí estaba, ese tiempo después, con todo el odio de su corazón lastimado hasta lo más profundo, planeando como acabar con aquella lastimera e inaguantable situación. Solo había una solución definitiva y factible: sacarlo de su vida. La  vileza que se había adueñado de su alma, presa de aquel dolor inexorable, le había puesto en su mente, la meta a seguir para lograrlo: matarlo. Y ese se había convertido en su objetivo.

Había pensado en múltiples y diversas formas, desde las más estúpidas, hasta las más científicamente elaboradas.

Primero pensó en el tan famoso ácido arsénico; debía ser bueno si tanto renombre había cobrado. Pero lo descartó fácilmente, ya que era tan potente y efectivo, como fácil de descubrir; una autopsia rutinaria sería suficiente.

Ojalá estuviese viviendo hace unos 60 años, cuando aún se podía escoger como desechar el cadáver de tus familiares. Hubiese escogido, por supuesto, cremarlo (esta era la forma más perfecta para desaparecer cualquier pista posible de muerte provocada). Pero en esta época había demasiado control y era requisito obligatorio la autopsia a todos los fallecidos, antes de ser, obligatoriamente también, depositados en el foso común de la ciudad.

Entonces investigó sobre otros posibles tóxicos indetectables, venenosos y mortales, por vía digestiva, pero, increíblemente, a pesar de tanto desarrollo, no se había inventado nada con esas características.

Entonces continuó indagando sobre todas las demás posibilidades: un tiro (demasiado evidente), ahorcamiento (igual de tonto), arrollarlo con un auto (cualquier cámara de entre los millones que había en cada ciudad, la  hubiese delatado), electrocución (el mismo problema).

Era un círculo sin salida, que estuvo recorriendo por varios meses, mientras veía la actitud de él hacia ella, que incluso, en ocasiones, daba la incrédula e ilógica impresión de miedo. Pero no podía ser mayor quesu odio hacia él. Quizás eran solo pensamientos infundados por su imaginación, pues no había causa para que él le temiera (al menos, no todavía), pero el hecho es que las diferentes actitudes para con ella, eran, ya no diferentes, sino incluso disímiles y, en aumento extrañas.

En ocasiones culpó al lugar, pues aunque pensaba que era un plan perfectamente premeditado desde el momento de la huída, indiscutiblemente, se había manifestado todo este cambio, con el mismo cambio de lugar.

Pero luego entendió que seguramente era el hecho de que aquella otra persona estaba allí, y había sacado a flote toda su destreza para llevarlo a su lado en cuerpo y alma, al punto de alejarlo del de ella.

Pero, definitivamente la convivencia y los sentimientos mutuos estaba quebrada sin remedio, al menos para ella, que ya no toleraba ni verlo a la cara, a pesar de los trabajosos actos que desarrollaba, cada día y a todo momento, para disimular estos sentimientos.

Un día leyó un artículo novedoso sobre una potente droga que habían desarrollado, con el fin de facilitar la eutanasia. Era un químico parenteral que hacía efecto inmediato, libre de cualquier vestigio posible.

Claro que esto era secreto; tuvo que adentrarse en la ultra deep web para encontrar este escrito, pero el hecho es que existía, existía algo que la sacaría de su agónico remordimiento, que ya hacía casi imposible su vida.

Siguió las oscuras pistas cibernéticas y dio con la dirección exacta. Tan lúgubre como el producto que vendían, era el lugar del encuentro,  que al fin le daría la solución definitiva a su problema.

Mientras iba camino a la casa, con la jeringa esterilizada, perfectamente guardada en un pequeño paquete que simulaba un simple estuche de bolígrafo (ex profesamente hecho con el objetivo de poder esquivar la atención de las autoridades), imaginaba ya la escena que daría al traste con la situación.

Era magnífico ver cada detalle, con premeditación, y el final, sobre todo el final, el tan deseado por tanto tiempo, donde él yacía, ya sin vida, liberándola de toda esta angustia. Pero lo mejor era pre sentir la sensación de venganza, que lamentable, pero irremediablemente, siempre es el sentimiento más enardecente en estos casos.

Cuando él llegó, ella estaba terminando de poner la mesa. Increíblemente aún lo seguía haciendo, a pesar su traición; al principio, por la esperanza de que él retomara su amor hacia ella y se olvidara de esa otra persona, luego, para disipar cualquier sospecha que le pudiera llegar a él, de que esa traición ya no era secreta, mientras ella planeaba cada detalle de su muerte.

La cena transcurrió callada (nada fuera de lo normal desde hacía un tiempo). Él se acostó más temprano de lo normal, y ella, como cinco minutos después.

Esperó, acostada a su lado, a que la respiración se volviera pausada y tranquila, señal de que había entrado en un sueño profundo. Se acercó, tratando de provocar el menor movimiento posible en la cama y aproximó el bisel afilado a su cuello. Increíblemente, la aguja pareció ser algo diferente esta vez, y a pesar de que la veía en su mano, se sentía en otro lado de su cuerpo, de hecho, proviniendo de algún lado de su cuerpo.

Creyó que estaba loca, o al menos al borde del desquicio, quizás disociada y desorientada por la situación. Pero seguiría con el plan. No importaba lo que su mente agitada y confundida creyera, el plan debía seguir, debía salir a la perfección. Debía librarse de aquel vil mentiroso que, después de tantos años, reveló su verdadera personalidad, haciéndola presa de un odio irreparable.

Todo estaba a punto de finalizar, solo faltaban unos milímetros para llegar al blanco. Ya casi, ya...





Tocó el timbre, que resonaba hasta afuera, inundando incluso todo el jardín frontal, que, más que jardín, parecía una hiedra que formaba paredes y formas vegetales múltiples.

Abrió la puerta el mismo señor rechoncho con el que había tenido contacto durante aquellos meses.

-¿Todo listo?

- Todo listo- le dijo mientras abría la bolsa, dejando ver, aun a través de aquella sepulcral oscuridad, la cabeza de su esposa.

-Fue todo tal cual me dijiste. Ella me estaba esperando para matarme. La detuve justo cuando me apuntó el cuello, con esa filosa y asquerosa arma. ¿El trato sigue en pie?

-Sigue en pie; solo te faltan seis vidas y ella regresará a ti. Siete demonios aún hay que matar, para que tengas de vuelta a tu verdadera esposa.

Abrió el sacó y le arrancó el largo y filoso proceso dental, idéntico a una jeringa, que salía de la boca de aquella cabeza violeta.

-Puedes guardar este órgano, como trofeo y recordatorio del monstruo que vive en su interior. Nos vemos pronto. Debes proceder de la misma manera

Cerró la puerta y desapareció, tal como había aparecido, aquel gordo y grasiento señor, y aquella casa, con su jardín espeluznante, y todas las criaturas que en él habitaban.
















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