miércoles, 10 de octubre de 2018

La cúpula

Hace más de 2000 años, el mundo se organizó en una gran cúpula, una cúpula que recogía una fracción de todos los habitantes de la tierra.  El mundo había colapsado y, de alguna manera, el ser humano había encontrado la manera de subsistir a base de energía renovable, bajo una inmensa, resguardada y perfecta cúpula.

 De alguna forma, siempre supo la humanidad que ese día llegaría, pero no fue  remotamente como se esperaba, sino mucho peor.

Se había trabajado durante siglos para sustentar ese recambio continuo de energía, pero solo como medida preventiva, nunca pensaron que llegaría ese catastrofismo mundial y, mucho menos de la manera que ocurrió. La suerte permitió que, llegado el momento y aun viendo convertido en pedazos la tierra, los hombres ya tuvieran varias fuentes de energía a su favor.

Fue un camino largo que muchas veces volvió al punto de retorno, viendo lágrimas y gritos de millones de científicos, que dieron al traste con sus sueños y volvieron a empezar el proyecto desde cero. Muchos no volvieron a tocar el tema jamás, otros, enloquecieron en la búsqueda incesante del producto. Ese es, en fin, el sueño de todo científico, lograr el resultado final que, en algún momento, los llevó a dedicar su vida al desvelo y la preocupación continua porel mismo.

Pero todo se pensó, a fin de cuentas, de manera preventiva, nunca nadie se imaginó que el fin llegaría de aquella manera. Era sospechado, que en algún momento de la historia, el mundo colapsaría, “se rompería” (si se puede decir de esa manera). Era demasiado el derroche de energía que llevaba la humanidad, ya por más de 3000 años de existencia. El desperdicio no era solo de la energía eléctrica, tan codiciada y usada al inicio de la era tecnológica; no, el derroche iba más allá. Era la toma continua de la energía solar, la energía del viento, de la lluvia, la energía calórica de toda la materia, la propia energía corporal. De formas extrañas y complicadas, los seres humanos se las arreglaron para sacar y aprovechar la energía desprendida de todo y todos (si se puede decir de esa manera). Se volvió, la inmensa comunidad científica, en busca del aprovechamiento continuo de la energía duradera y renovable, de todo lo que desprendiera electrones.

Fue una suerte en verdad, que se invirtiera tanto tiempo y recursos monetarios y materiales en esta búsqueda, pues el fin fue armagedónico y, gracias a tantos esfuerzos y facturas de tiempo, sorprendió a la humanidad totalmente preparada con un nuevo mundo hecho de las cenizas de aquella destrucción físico-terráquea.

El día del fin del mundo, los que estaban a protegidos, se angustiaban por la expectativa de lo que sucedería, encerrados en la gran cúpula protectora. Estaban a salvo, pero no sabían a ciencia cierta que sería del resto del mundo. El mar, la misma tierra por donde caminaban cada día y hasta el mismo cielo, parecían llegar a su fin. Todo cambiaba de color y temblaba, había un ruido, como a cosas que se rompen, cosas grandes, como un rugido que provenía del subsuelo. El cielo cambiaba de color una y otra vez, los árboles y el mismo suelo, temblaban miles de veces por segundo.

La tierra comenzó a rajarse, primero en brechas pequeñas, luego se hicieron más grandes y se volvieron agujeros, agujeros que parecían llevar al infinito abismo del centro del planeta. Todos esperaban una gran explosión de lava, pero, de alguna manera, de los agujeros empezó a salir una enorme cantidad de luz. Al principio era solo luz lo que salía del centro de la tierra, después se dieron cuenta de que era más que eso, era algo gaseoso y centelleante a la vez, que salía sin parar y se dispersaba, arrasando todo cuanto encontrarse a su paso. Ya eran enormes remolinos de gas luminosos, que llevaban a su paso árboles, casas, animales, enormes camiones, todo lo que encontrase en medio del recorrido, al azar. Como un agujeros negros en formación, no dejaban nada que estuviese a su alrededor y parecían alimentarse de ese todo con lo que arrasaban, haciéndose cada vez más vigorosos y enormes.

Todos observaban la gran catástrofe; unos, con lágrimas en los ojos por lo que veían destruir, otros, con un gran alivio por no estar afuera, y algunos, en shock, se quedaron estáticos sin tener tan siquiera un pensamiento inundando sus cabezas. Había niños, mujeres, hombres; grandes, chicos, de todas las razas y lugares, todos los que se encontraban en la zona segura; algún que otro animal también habían podido rescatar.

La zona de seguridad era enorme y todo el que se encontraba dentro, estaba fuera de peligro; pero muchos quedaron afuera.

Se veían miles de árboles chocar contra la cúpula, miles de cuerpos de animales y personas volaban por las nubes energéticas que provenían del interior de la tierra, como tornados que destruían cada vestigio de materia, animada o inanimada. Los tornados energéticos llegaban hacia el cielo en espiral y ahí explotaban, desintegrando las nubes y haciendo al cielo cambiar de color y tono varias veces. Parecían atravesar el cielo y seguir su curso, como llegando a la mismísima exosfera y perderse, penetrándola, en el espacio exterior.

Varios fueron los que se acercaron a la pared de la cúpula, gritando desesperados mientras los consumía la “ola de energía” (así se le llamó a esa forma elemental en forma de tornado multidireccional).  Se veían desaparecer miles de personas arremetiendo sus puños contra la pared de la cúpula, y hasta había unos que corrían de un lado a otro buscando entradas.

Los de adentro nada podían hacer, solo esperar a que pasara la tormenta que, sin dudas, representaba el final del mundo y el inicio de otro que dejaba más preguntas que las que quizás pudiesen jamás tener respuesta.

El mundo se había dividido en una gran isla de tierra, separada por pequeñas zonas desoladas tras la gran Ola Energética. Estaba construida con todo el equipamiento necesario. Rodeada de una inmensa cúpula de miles de kilómetros de altura y ancho, acumulaba un vasto receptáculo de tierra, una tierra semejante a la que acababa de destruirse.

Todo el entorno trataba de imitar la tierra que se les había arrebatado. Pero era más bello, casi salido de un sueño.

Había grandes áreas de enormes edificaciones, unas con fines de vivienda y otras, gubernamentales, escuelas y centros públicos. También estaba la zona verde, que realzaba la pictografía del lugar.

La zona verde era la más hermosa. Con un follaje esmeralda, los árboles se empinaban hacia el cielo y parecían perderse en él; no se podía divisar bien su culminación. Las hojas eran gruesas y parecían casi artificiales, con bordes perfectamente alineados y de una casi insensata variedad de figuras y formas. Las flores eran preciosas, de colores parecidos a los que vemos en un retrato pintado a acuarela. Cada planta estaba siempre en movimiento, como si hubiese una corriente constante de aire, pero mantenían siempre su integridad, formas y colores.

No había sol, no había estrellas ni luna, pero la vida en la cúpula se daba de manera perfecta, bajo un cielo artificial hermoso, que reflejaba múltiples colores. La cúpula mantenía la temperatura ideal a todas horas, nunca había demasiado frío o calor; de alguna manera, la temperatura siempre estaba fresca, a todas horas, todos los días. Las plantas siempre crecían y se renovaban. El reino animal y vegetal parecía eterno; no había heridas ni muertes. Era un mundo artificial perfecto hecho de sustratos naturales salidos de una razón mágica.

En aquel entorno vivía Maya, una adolescente como muchas otras, con preguntas sobre el mundo y el futuro. Ciertamente el mundo era muy diferente al de antes, vivir en una cúpula no se comparaba con el mundo anterior. Había muchas preguntas en su mente, pero la más recurrente era: ¿Seremos los únicos sobrevivientes o existen otros mundos, otras cúpulas quizás? Esa pregunta le taladraba la mente continuamente pues en la Academia solo se hablaba de una, esta en la que vivía.


Siempre había oído hablar a sus padres sobre la Ola Energética y de cómo se había hecho la cúpula poco a poco. Ellos le habían contado lo que sus padres y a estos sus abuelos, les habían contado; eran cuentos que habían pasado de generación en generación por muchos años. A todos los chicos les contaban las mismas historias, que también aprendían en la Academia.


Eso fue suficiente para sosegar las voces, que en su interior clamaban por la respuesta a aquella pregunta que se hacía un eco callado, mas no dormido. No fue hasta un día en que interrumpió la oficina del Rector de Ciencias de la Academia, que oyó, en una simple conversación, lo que tantas veces había soñado y deseado escuchar, la respuesta a la insistente rebotante pregunta:

“Debemos mantener este secreto para bien de todos, no es un capricho y simple protocolo social, es la protección de los nuestros. No debemos decir jamás que existen otros habitantes en la tierra, otras ciudades”- decía el Rector


Su corazón latía a mil y su respiración hacía que su pecho subiera y bajara a millones de veces por segundo. El instinto de conservación la hizo salir corriendo despotricada. Sabía que ese era, por mucho, el secreto mejor guardado de la historia; nadie podía saber que ella estaba enterada del asunto. Sus ojos se le querían salir y cientos de veces pasó por su mente aquella frase: " ……existen otros habitantes en la tierra, otras ciudades”.

Llegó a su casa casi de manera autómata y no supo de sí hasta el día siguiente.

Despertó casi 1 hora antes de que sonara la alarma matutina, la primera, que indicaba la hora de levantarse.  Hasta el momento había tenido siempre sueños tranquilos, mas no esta vez. Esa noche el sueño había sido inquieto, sin nada de descanso. Sin embargo, no recordaba ninguna imagen, solo aquella embestida en el recuerdo del día anterior. Se levantó de un tirón de la cama, se acomodó la ropa de la forma menos detallada y salió a todo trote.

Ese día, en el bus aéreo, no iba observando la tonalidad del cielo, ni hablando de cómo le gustaría tocar las nubes de gas energético, con una que otra risa por algún chiste que hacía algún chico. Esta vez, su mente estaba muy lejos de la realidad, enfrascada en la misma frase: "…existen otros habitantes en la tierra, otras ciudades".

Su mente voló más allá. Comenzó a imaginarlas, habiendo sabido de su existencia solo unas horas antes.

Las imaginaba sin tantas luces; algo más parecidas a los cuentos de antaño, de la tierra antigua, antes de la gran Ola Energética; con una estructura un poco más antigua también, sin carros voladores y con el cielo azul celeste del que tantas veces había oído.

En ese momento, una idea  disparada hacia lo más profundo de su pensamiento, le mostró lo que debía hacer irremediablemente; debía salir a conocer esos mundos y nadie ni nada la detendrían.

Nada de lo que había vivido allí le impidió comenzar su plan de escape; la estrategia empezó en el mismo instante en que decidió que tenía que conocer ese mundo más allá de las fronteras de la cúpula.

A partir de ahí llovieron en su mente las ideas, estrategias, mapas y bocetos; escritos, borrados y recomenzados una y otra vez, todo para lograr su meta ansiada, esa ideaque se había convertido en su obsesión.

No sería nada fácil salir de allí, pues la cúpula estaba bien protegid; tampoco habían escatimado en gastos en este sentido. La protección era un fuerte eslabón en este mundo.

Siempre se había preguntado el porqué de tanta protección, si, supuestamente no existía nada más allá de la gran cúpula.Decían que los guardianes protegían de las fugas de energía hacia afuera de la cúpula,ya que esto sería un gran riesgo para el total y perfecto funcionamiento. Dado que la cúpula funcionaba a base de pura energía y todos los habitantes sobrevivían de la que reinaba en el medio ambiente, esto tenía sentido. Pero en verdad era una gran fuerza de seguridad la que protegía la cúpula, como la que se necesita contra amenazas externas, que supuestamente no existían.

Eran conocidas las historias de como era la zona de devastación que existía fuera de la cúpula. Decían que era una zona tan fría como el frío más crudo, cubierta por un infinito témpano de hielo, en un ambiente tan negro como el negro más profundo. No se veía nada, solo una inmensa oscuridad sin un halo de luz. También contaban que solo había salido una pequeña expedición en más de 1000 años, y que nadie había sobrevivido a este frío tan penetrante y a esta falta de energía total.

Pero nada de esto le asustaba, pues había ya oído lo que la mente deseaba hace mucho, que existía vida más allá de ese holocausto terrestre. Si eso era cierto, los planes seguirían trazándose en su mente y más allá, hasta lograr salir de allí y confirmar, con sus ojos, lo que ya su corazón sabía.

Ocurrió una tarde de exploración en la Academia. Una visita a la zona verde fue el pie para probar su plan de escape. Por primera vez, llegaría hacia el extremo más próximo a la pared de la cúpula. Solo sería una prueba, pero la expectativa de éxito para sus planes futuros, la emocionaba sobremanera.

Todos los estudiantes llegaron ansiosos y maravillados por la oportunidad de ver, por primera vez, aquella mística estructura que pocos en el mundo habían logrado experimentar de cerca. Ella también, pero primaba la ansiedad por encontrar la salida, más que la mera fascinación del encuentro.

 Se acercó como todos los otros para tocar la pared y fue tan grande su impacto que se alejó por unos segundos. No era para nada como se lo habían contado. Muchos cuentos había oído sobre esa enorme pared, de cuan resistente era y blanca como la leche; que solo cambiaba de colores a lo alto, semejando el cielo y de cómo se podía ver todo el vasto deterioro terrestre, a través de ella. Pero no era nada como se lo habían dicho, seguramente había cambiado mucho el proceso de configuración desde esos cuentos antiguos que conocían los mayores. Su superficie era blanda pero muy elástica, de un gran grosor. Era brillante y lumínica, con los mismos tonos del cielo artificial, y totalmente libre de transparencia. No se veía nada a través de ella, solo un sin número de haces de colores que iban, de lo más bajo en la tierra, hasta lo alto del cielo, a modo de estallido multicolor. Era maravillosa.

Después de ver este magnífico panorama, despertó de su embeleso, y fugaz como un cometa, le vino la idea de ir rodando poco a poco, pegada a la pared; tenía que descubrir algún punto débil en la continuidad. Se alejó disimulada pero rápidamente del pequeño tumulto de gente, penetrando la materia de la pared con sus dedos y hasta su cuerpo entero; algún punto de salida debía haber, alguna falta de integridad que le permitiera hacer la prueba de escape. Poco a poco se iba alejando del grupo, cada vez más.

Al poco tiempo se descubrió solitaria entre la jungla de la zona verde, a varios kilómetros del punto inicial.  Reparó en la posición por un instante, para volver a su labor. Estaba algo cansada y pperdida en el vasto verde, erdida al fin sus manos se hundieron más allá de lo que habían hecho hasta el momento. Sin dudarlo penetro por el grosor de la sustancia, metiendo su cabeza y todo su cuerpo. Se sintió ahogada por unos segundos, hiriendo a su cerebro hasta nublar su mente y su respiración. Su cuerpo casi abatido y desganado se abría paso por la gruesa capa de varios metros de grosor, casi a punto de dar al traste con sus sentidos. De repente aspiró, una bocanada de aire, aire puro que entró en sus pulmones como una ventisca, haciéndole doler el pecho de tanta fuerza.

Recuperando su aliento y status mental abrió sus ojos, cerrados y oprimidos por la falta de oxígeno. Lo que vio fue lo que sus ojos aún creían que era un sueño, la inmensa nada tras un pedazo de tierra bajo sus pies.

Poco a poco reincorporó su postura a la posición adecuada, enfocando la mirada miró hacia lo lejos, viando convertir esa nada en millones de cosas; cosas en forma de esferas, que rodeaban el espacio infinito a su alrededor.  Trató de precisar su visión mientras recuperaba cada vez más sus fuerzas y vio, no la inmensidad vacía e infinita, sino miles, millones de pequeños montículos de tierra rodeados de enormes cúpulas, que la rodeaban por todos los puntos espaciendo, de manera totalmente absurda.

Era sorprendente y maravilloso el espectáculo, ciertamente no estaban solos en la cúpula, había millones, miles de billones de mundos, de cúpulas de inimaginable potencial.

Miro a lo alto y solo dio tiempo a un parpadeo, para ver, en la cima de espacio sobre su cabeza, un gran ojo, un ojo tan profundo como ese infinito, que parpadeó justo al tiempo en que su cuerpo se desvaneció nuevamente, colapsado por una fuerza externa jamás antes experimentada.

Un flash de luz cubrió todo su alrededor, y perdió instantáneamente el conocimiento.

Cuando despertó, la habitación le pareció más pequeña y oscura que lo que recordaba. Todas sus cosas estaban dentro, pero de una forma algo desordenada y apretada en ese mini espacio.

Se levantó abotagada y dio unos cuatro pasos hacia la puerta.

Salió a un enorme pasillo cerrado por todos lados, herméticamente, justo para entrar por otra puerta que se abrió enfrente.

Entró sin pensarlo; a pesar de la sorpresa, no había miedo en sus pasos, sino una curiosidad enorme por saber el desenlace de aquella extraña mezcla de sucesos.

Hacía un momento estaba afuera de la cupula, en el lugar que tanto ansió siempre conocer; ahora, el panorama desaparecido se había convertido en una psicodélica aventura por un sitio que parecía una pesadilla de suspenso.

Entró en la habitación que se le abrió a su paso.

Era de las mismas proporciones que aquella de la que había salido, pero repleta de dispositivos digitales. Algunos fueron reconocidos, (muchos solo en fotos); otros, eran demasiado extraños y futuristas como para ser identificados.

Frente a ella, había algo parecido a un telescopio. No pudo resistir el instinto y se acercó.¡Debía ver a través de él!

Y vio la imagen más asombrosa que pudiera imaginar; se vio a ella misma, salir de una inmensa cúpula, que se perdía entre millones de cúpulas más, en un escenario en cuarta dimensión, de distancia infinita. Se vio mirar hacia lo alto, hacia su propio ojo y caer desplomada, al tiempo que una cegadora luz la hizo apartarse del artefacto.

Se restregó los ojos, adoloridos por la intensa e incandescente luz y los abrió lentamente.

Ante su vista apareció una pantalla, que debió estar allí camuflajeada, todo el tiempo.

 "Bienvenida, has logrado liberarte", fue la voz que acompañó al inmenso letrero lumínico que apareció en la pantalla.

Caminó de vuelta al pasillo y se dispuso en fila, entre los cientos que salían de las habitaciones idénticas contiguas.

Su cuerpo emanaba una intensa energía, que rebotaba por las paredes, el suelo, y todos los cuerpos, cargados de la misma energía, que recorrían aquel infinito pasillo.











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