A veces me quedo, por horas, esperando a que me menciones, en una de esas frases, que salen de ti, como ráfagas. Después, vuelvo a la realidad, y recuerdo lo innecesario, absurdo e inmaduro de mi deseo; que estoy en tus pensamientos, en tus trazos e ideas; incluso en esa enana blanca que está por renacer. Y ahí, puedo al fin conciliar el sueño.
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