En aquel mausoleo, primaba la ley de la oferta y la demanda. Cada cuerpo se tasaba según su peso; los más gorditos costaban más. Había logrado reunir algunos, pero no era suficiente; eran cuerpos muy flacos. Así que aprovechó y vació de una vez su campo de concentración ¡Ya llegarían más para llenarlo! La guerra estaba solo comenzando. Al guardián del cementerio no le importó que fuesen pobres, a fin de cuentas, 100 cuerpos flacos eran mejor que uno gordo. Al cielo tampoco le importaba, mientras más almas entraran, mucho mejor.
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