Se dedicaba a recolectar vidas, pero sólo podía vivir una. Tenía que escoger con cuál de ellas se quedaría. Las tenía encerradas en un saco, por si alguna se escapaba y se perdía. Les hizo pasar una prueba a todas, para ver quien de ellas era la más apta para él. Las que iba descartando, iban, apagadas, al Pozo de los Sueños. La última, la ganadora, lo miró, le sonrió y salió volando.
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